Ya
ha empezado la estrategia del miedo. Amenaza el “coco” Podemos y a falta de
honestidad política, de programas electorales creíbles, de candidatos que
inspiren confianza, de renovación, de ilusión… los partidos amenazados con
quedarse sin el chollo han optado por sembrar el miedo: Chávez, Irán, el contubernio judeo-masónico, ¡que vienen los
“rojos”!... Cualquier cosa antes de
admitir que la razón del auge de Podemos está en el hartazgo que siente la
población ante la desvergüenza y el expolio sistemático sufridos durante años.
Antes de admitir que, al menos, con Podemos gozamos el beneficio de la duda.
Es
verdad que no tienen experiencia a la hora de gobernar. Pero algo me dice que no
todos los parientes, amigos y compromisos a los que se ha colocado a dedo en
las diferentes administraciones y organismos públicos son “expertos” en sus
diferentes cometidos. Ni siquiera nuestros sucesivos presidentes y ministros
las han visto venir, a pesar de esos ejércitos de carísimos asesores.
Podemos
no es la panacea. Su meteórica ascensión ha reunido a un grupo muy heterogéneo
de personas y, pasada la euforia inicial, puede convertirse en un polvorín de
posturas enfrentadas. La persona de Pablo Iglesias es Podemos y tal
personalismo puede ser desastroso si la figura del líder sufre el más mínimo
tropiezo. Si llegan al poder se van a encontrar una estructura mastodóntica de
usos y costumbres fosilizadas cuya inercia será difícil detener en cuatro años...
Y
todo ello sin contar las innumerables zancadillas, propias y ajenas, que
encontrarán en el camino. Las ajenas ya se están viendo venir. Las propias, a
veces también. Podemos no debe renunciar a integrar ninguna de sus corrientes
internas; no debe endiosar carismas; no debe caer en la prepotencia del éxito
fácil; no debe convertirse en la nueva “novia de España”.
Y,
sobre todo, los ciudadanos no debemos hacerles cargar con nuestra propia responsabilidad.
Debemos ser conscientes de que el cambio profundo que nuestro país necesita es
cosa de todos. Delegar la soberanía nacional en unos representantes políticos
no implica que ellos sean los amos. Y
les hemos dejado creerlo. Y han actuado como tales. Y nos ha resultado cómodo
tener a quien echar la culpa, mientras sesteamos en el sofá con los pies sobre
la mesa.
Debemos
recordarles continuamente que están a nuestro servicio. Somos nosotros los que
hemos de exigir mecanismos de control y transparencia en la gestión pública, en
la que hemos de implicarnos y participar; los que hemos de promover un cambio radical
en nuestros hábitos de consumo para debilitar el poder de las grandes
corporaciones; los que hemos de crear una escala de valores éticos y de
convivencia que primen el bien común y que transmitamos orgullosamente a
nuestros hijos…
“Es
que yo no entiendo de política” y nos encogemos de hombros. ¿ No entiendes de
la pensión de tus padres, del colegio de tus hijos, del precio de tus compras,
de tu salario? ¿Del estado de las aceras, del médico que te atiende, del
horario de los autobuses, de la calidad de lo que comes? ¿De la convivencia con
tu familia, de la seguridad de tus calles, de los programas de televisión, de
cómo te trata tu jefe?
No
valen excusas. Sean los que sean los que ganen las próximas elecciones no
debemos dejarles el poder en exclusiva, a fondo perdido. Ni siquiera si es
Podemos quien, finalmente, se lleva el gato al agua. Porque hay demasiado en
juego. En realidad, porque todo está en juego. Sin miedo.
Áfrika, vecina de Getafe
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