Al escondite inglés, sin mover las
manos ni los pies…. Y cuando te dabas la vuelta te encontrabas a un grupo de
amigas y amigos parados como estatuas. Sólo con mirarte, sabías la intención
que tenía el otro y así pasabas la tarde entre fuga, escondites y beso, verdad
o atrevimiento… ¡Cuántos encuentros amorosos ha podido protagonizar ese juego! Y
cómo no, los juegos de pelota: balón prisionero, bomba, mareo, vidas, etc.
Cuando éramos pequeños, hace ya unos
cuantos años, los niños y niñas jugábamos en la calle. Se producían espacios de
encuentro y comunicación que provocaban la creación de lazos afectivos, de confianza
y cohesión. Te sentías cómoda y aprendías cosas nuevas cada día, que compartías
con tu grupo. Creábamos campos de fútbol, carreteras para las chapas,
construíamos refugios…

Los parques infantiles sólo están
preparados para los más pequeños, y no generan la movilidad necesaria para el alumnado de 2º y 3º ciclo de
primaria. Son juegos simples que no propician el juego en grupos grandes. ¿Están
condenadas estas niñas a jugar sólo en sus casas? ¿Siempre en el patio del
colegio? Increíblemente, existe una gran variedad de videojuegos para estas
edades. Parece que hay una sociedad inclinada hacia el individualismo, que prefiere
potenciar la afición al videojuego más que el juego al aire libre.
Pero realmente ¿molesta ver niños y
niñas en la calle o esta “Prohibición” intenta prohibir algo más? Desde mi
punto de vista, creo que hay algo más. Se intentan evitar espacios y
situaciones que puedan generar cualquier tipo de participación y/o
comunicación.
La nueva tendencia es el
individualismo, según los planos proporcionados por el ayuntamiento de Getafe,
de sus futuras plazas. Los parques comparados con exposiciones por los que
pasear y ver los decorados, pero no quedarse a pasar el rato, no para jugar, ni para convivir. Nos inclinamos hacia la
eliminación de espacios comunes, con la excusa de problemas de convivencia (esa
pelota que nos molesta) dibujan una ciudad de cuento, en el que los
protagonistas no interactúan más que a través de redes sociales.
Cuando la infancia juega en la calle
adquiere una nueva visión sobre el afrontamiento de las situaciones, facilita el reparto de las responsabilidades y
genera estructuras de participación. Habilita el contraste de ideas y el sentimiento
de identificación con una finalidad común. Pero lo más importante, es que la
infancia, a través del juego en grupo no dirigido, asimila e interioriza la vida en comunidad, y
les hace aprender actitudes y valores de tolerancia, cooperación, implicación,
compromiso, escucha...
Puede ser que las personas que diseñan
nuestras ciudades no quieran generar espacios de confianza y participación,
porque es más fácil manipular a un individuo que a un grupo. Porque conviene que ya desde pequeñita dependas de
las instituciones para aprender, para vivir y… ¡hasta para jugar! Puede ser que
tras el “prohibido jugar a la pelota”, venga un “prohibido disfrutar de la
libertad”.
O puede ser que no, que simplemente
quieran evitar los daños que puedan producir los niños/as que juegan a la
pelota. Que quieran que sus calles estén perfectas e intactas, dignas de una
exposición de ARCO. Pero aún así, os invito a reflexionar sobre lo que rodea al
cartel, la próxima vez que lo vean. Sobre cuántos peques hay allí jugando, el porqué
de la incomodidad de los asientos que están ahí al lado y la desaparición de
muchos de ellos, sobre la estructura de las plazas, de los pocos espacios
verdes… y os preguntéis ¿Hay espacio
para que jueguen los niñ@s? ¿Jugar debe estar limitado sólo a determinados
espacios? ¿Esto ayuda a la comunicación vecinal, a la convivencia? ¿Esta es la
reforma que yo quiero en mi barrio? ¿Esta es la estructura que yo quiero para mis
plazas?
El balón, ha sido sustituido por el móvil.
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